Un mirada desde la relación entre Psicología y Espiritualidad!
En estos días ha venido a mi
memoria una frase que es utilizada por muchos predicadores a la hora de hacer
una exhortación en torno al perdón, y, quienes, en medio del fragor de la
predicación, afirman que si alguien asevera que “perdona pero no olvida” es una señal inequívoca de que no ha
perdonado aún.
Hay que tener en cuenta que en
esta frase se encierran dos realidades que mantienen amplia diferencia; por una
parte está el perdón que es definido por algunos como una decisión, como una
virtud o como un valor y, por el otro lado, está el olvido que es algo
relacionado a la memoria.
¿Se puede perdonar sin olvidar? O
¿Para afirmar que se ha perdonado se debe haber olvidado?
Jorge y María están casados desde hace 10
años; tienen 3 bellos hijos quienes son el motor de dicha relación matrimonial.
Desde hace dos años empezaron a surgir dificultades cuando María conoció que Jorge
había tenido un hijo antes de su matrimonio de quien nunca había hablado. Esto
llevó a que María se sintiera muy herida y engañada por su esposo.
Poco a poco la conducta de Jorge fue
cambiando, pues ahora llegaba a su casa pasado
de tragos y con comportamientos violentos hacia su esposa a quien no sólo
llegó a gritar sino, incluso, a golpear; la relación se fue resintiendo
pues, unido a la desconfianza inicial, ahora María se sentía amenazada por su esposo
y el ambiente no era sano para la crianza de los niños.
Hace un año María le exigió a Jorge que, de
no haber cambios, debían separarse; Jorge prefirió irse de su casa; hace un par de meses María entabló una demanda de divorcio pues quiere legalmente finalizar su relación
conyugal dado que ya no se siente segura con su esposo y para los niños, esta situación
de violencia, no es un buen ejemplo.
Hoy día, están envueltos en una serie de
disputas por “cuentos que van y vienen”
de una parte y de otra con acusaciones mutuas. Esta separación se ha convertido
en un “infierno” para María y Jorge y
las luchas constantes por los hijos quienes han quedado en medio de las
disputas de sus padres; la situación ha llegado al punto de que el juez les
exigió que iniciaran una terapia familiar con un especialista en el tema, porque
debían realizar un proceso de perdón por el bien de cada uno como pareja y por
el bien de los tres (3) niños.
En este punto, y en consecuencia
a la frase inicial, pregunto ¿qué se debe olvidar en este caso?: ¿Los niños?, ¿el
matrimonio?, ¿las razones por las cuales el matrimonio se está destruyendo? Porque
si la respuesta es que algunas de las anteriores variables no se pueden (o no
se deben olvidar) entonces la exigencia de “olvidar para demostrar el verdadero
perdón” se cae por su peso.
Y, es que teniendo en cuenta que
las dos realidades “perdón” y “olvido” son distintas, se puede perdonar sin
haber olvidado; entonces ¿en qué consiste el perdón?. Es importante tener en cuenta
que el perdón ocurre sólo cuando quien lo brinda o lo otorga, haciendo uso de
todos los recursos con que cuenta (espirituales, emocionales, psicológicos,
etc.), decide no continuar “cargando”
el peso del dolor y la ofensa recibida; este acto lleva a que el ofendido
comience un proceso de sanación y sea capaz de recordar la situación sin volver
a sentir el odio o la ira que experimentó en el momento de la ofensa, esta
sanación lleva a que el ofendido haya sido capaz de liberarse del dolor y la rabia que
nacieron en el momento de la ofensa. En este caso particular ¿se puede olvidar?
No! Y probablemente en ningún otro caso, pero lo que sí se puede lograr es recordar las circunstancias sin sentir nuevamente las mismas
emociones, sino como algo que es parte de la historia personal y, que aunque haya
dejado sus cicatrices, se ha optado por seguir adelante sin continuar llevando
la carga emocional.
Cuando alguien experimenta rabia
u odio como respuesta a una ofensa ¿es libre? Claro que esa persona es libre de
expresarse de la manera que lo hace, sin embargo ese odio se convierte en su
amo, por lo tanto esa libertad que dice tener lo esclaviza y lleva a que su
cerebro refuerce el recuerdo, no tanto de la ofensa cometida sino, del “ego herido” y se empieza a buscar justicia, que, en ocasiones, no es otra cosa que venganza disfrazada.
Coloco un nuevo ejemplo: Si alguien asesinó a una persona muy
querida para mí, estoy en el derecho de exigir justicia, “que le apliquen todo el peso de la ley”, o puedo decidir “dejar en manos de Dios y la justicia” lo
que sigue. Si me “enfrasco” en que el
asesino debe pagar hasta el último minuto el daño causado, ¿crees que actúo
como cristiano? (Cfr. Mt 18, 21-35). La propuesta de Jesús en los evangelios es
una propuesta de libertad, no de esclavitud. Cuando me encierro y mantengo
abiertas las heridas que producen las ofensas, termino siendo esclavo de ellas;
cuando concedo el perdón (sea solicitado o no), me libero de dichas emociones
y, aunque siga recordando, éstas no harán presencia en mí de la misma manera.
No es algo mágico de decir “yo te perdono”
e inmediatamente todas las emociones se van, es algo lento, de constancia, pero es algo que lleva a experimentar la vida, la salud, la paz… la libertad!.
En conclusión, no es cierto que sólo se perdona cuando se olvida, pues
son dos realidades diferentes; el perdón hace parte de la libertad humana y el
olvido es una función de la memoria que podría darse o porque algo no fue tan
importante como para dejar su impronta en ella o porque sufrió un accidente y
una parte del cerebro fue afectado generando una pérdida parcial o total del
recuerdo como tal.
De manera práctica, si hoy recuerdas una ofensa y deseas liberarte del dolor
producido, empieza a expresar “NN, yo, te
perdono”, tantas veces como sea necesario y te darás cuenta que, aunque
veas las cicatrices causadas, ya empezarás a liberarte de lo que te esclaviza. Ya
conoces el camino que has recorrido llevando a cuestas la carga de tus
dolencias, ahora date la oportunidad de permitirte experimentar algo nuevo: la
libertad que produce el perdón. De ti depende!
NOTA: Si eres cristiano te sugiero que lo veas
desde la Misericordia de Dios por ti, pues no podrías llamarte cristiano (en
todo el sentido amplio del término) si buscas venganza disfrazada de justicia.
Leonel GRIMALDO SALAZAR
Psicólogo, Filósofo y Teólogo
Cel. (+57) 310 331 9621