sábado, 30 de mayo de 2020

Gracias, Mi Señor

Hoy te bendigo, Mi Señor!

Si bien, en mi Blog, publico reflexiones sobre situaciones que me preocupan acerca de la salud mental (afectiva, emocional y/o espiritual), hoy, vísperas del domingo de Pentecostés, deseo compartir un agradecimiento a quien es la fuente de mi fe.

Hoy, Señor, con la Luz de tu Santo Espíritu, te doy gracias:

Por haberme llamado a la vida, pues yo no lo pedí..pero Tú lo decidiste!.

Porque me permitiste nacer en un lugar y tiempos determinados: Finca San Martín, vereda La Cristalina, corregimiento de Chimila, Departamento del Cesar en Colombia.. con todos los valores aprendidos allí.

Por haberme regalado unos padres como los que tomaste para mí, no fueron elegidos por mí sino por Ti; ellos me enseñaron los fundamentos de la vida en medio de las dificultades existentes en el entorno y en su propia formación.

Por mis antepasados, sus decisiones, trabajos, luchas, errores y aciertos.. pues te valiste de todo eso para traerme hoy hasta aquí.

Por los hermanos que me diste, cada uno con su particular manera de ser; por los mayores que trabajaron fuerte para que los menores pudiéramos disfrutar de comodidades que ellos no tuvieron y por los menores que me enseñaron a cuidar niños.

Por mis experiencias de niñez, porque pude vivirla en un ambiente tranquilo y pacífico...en un paraíso.

Por mis docentes de primaria y secundaria... cómo olvidar los regaños pero también su entrega y dedicación por enseñarnos a “ver el mundo con otros ojos”.

Por los vecinos del pueblo en los que crecí... persona “enchapadas a la antigua” para quienes el valor de la palabra era fundamental y quienes enseñaban a cuidar lo ajeno con su ejemplo; pues esto me enseñó que la palabra debe mantenerse y darle su valor, por encima de cualquier “papel”.

Por los nuevos docentes y personas con quienes me permitiste compartir al salir de mi pueblo; las nuevas visiones obtenidas de estos nuevos contactos... donde yo era “el cachaco” aunque había nacido a sólo 2 horas de este lugar.

Por la llegada a la Capital con todo lo que eso implicaba: nuevos docentes, compañeros de clase, costumbres, etc., pues, poco a poco, tú escribías en mi vida sin que yo me diera cuenta.

Por las personas con quienes, a lo largo y ancho de Colombia, me has permitido compartir; por lo que me has enseñado de cada una de las regiones y sus costumbres, de los niños, jóvenes, adultos y abuelitos con quienes me has permitido relacionarme; pues me has mostrado tantas riquezas distintas a las que había conocido desde mi niñez.

Por permitirme conocer la realidad humana desde el testimonio directo de las realidades personales, pues esto ha conformado en mí el deseo de poder hacer un mejor entorno en donde quiera que Dios y la vida me han puesto.

Por el deseo de conocer las razones por las que se generan ciertas situaciones (no sólo la parte psicológica, sino espiritual e histórica), porque además de permitirme “ir más allá”, me has dado herramientas para “devolverlas al más acá”.

Por las persona que a lo largo de mi vida han tenido una palabra, un gesto o una actitud de apoyo pues en ellos he visto tu mano misericordiosa.

Por aquellas personas que me han buscado queriendo sacar algún tipo de provecho (económico, afectivo, de reconocimiento, etc.) pues en ellos me has mostrado cuán bajo puede llegar la criatura más grade de tu creación.

Por todos los ancianitos que has puesto en mi camino pues a través de ellos he recibido las mejores directrices de vida, aprendidas, no en un aula de clase, sino en la experiencia de cada día.

Por aquel abuelito de 75 años en fase terminal de cáncer con quien me diste la oportunidad de dialogar una semana antes de morir y quien me permitió preguntarle “¿te arrepientes de algo?” (no en sentido moral) y su amable respuesta de saber que pronto moriría: “No, Leonel, uno nunca se arrepiente de lo vivido; algunas decisiones me dieron grandes alegrías y disfrutes, pero otras decisiones me trajeron grandes enseñanzas; así que no me arrepiento!”.

Por las veces en que, de manera clara has cuidado mi vida: Balacera y accidente de tránsito en 2003, bañarme acalorado en el 2010 donde casi muero por infarto cerebral y posible suicido en el 2011... en todas ellas respondiste a mi favor!.

Por aquél joven de 29 años con quien, en el 2012, me permitiste dialogar pocos días antes de morir y que tenía VIH; por sus palabras cuando le pregunté si podía compartir con otros su historia y me respondió: “cuéntele a todos que la vida pasa rápido, que la vida no consiste en hacer lo que nos da la gana sino que debemos ser responsables pues las decisiones de hoy tendrán sus consecuencias mañana; que a mis 19 años creí haber tocado el cielo con las manos pero caí en un abismo sin fondo y..ya me ves hoy aquí... sé que pronto moriré y me duele no haber sido feliz”. No he podido olvidar esas palabras salidas de los labios de un moribundo...muy joven!.

Por quienes me distinguen desde hace años y por los que lo hacen desde hace poco; los primeros han conocido mis luchas y han seguido allí apoyándome y, los segundos, poco a poco se vinculan a mi historia de vida.

Por los libros que me has permitido, primero compilar y luego escribir (y los que sigo escribiendo), pues en ellos veo tu grandeza y tu cercanía.

Por todo lo aprendido durante este tiempo de aislamiento, por quienes se han acercado y por quienes se han alejado, porque he aprendido a colocar todo ello en Tus manos.

Porque me permites estar cerca de muchas persona que necesitan de Ti en mí...y a través de mí les respondes!.

Porque me has enseñado que, incluso, en la situación más difícil, Tú estás allí.

Porque me has instruido en agradecerte, no sólo por los momentos y situaciones agradables, sino también por las que me han hecho llorar...pues me han enseñado y fortalecido!.

Por el hogar y la familia que me has regalado, pues fue Tu respuesta a las tantas oraciones que, desde la soledad y las lágrimas, te dirigí durante mucho tiempo...Tú las recibiste, las comprendiste, elegiste y me respondiste!.

Por las áreas del cocimiento en las que me has permitido formarme, pues ellas me han ayudado a enlazar la realidad humana con Tu trascendencia.

Por ti, respetado lector, que te tomas el tiempo de leer, reflexionar y, en ocasiones, comentar mis publicaciones, pues al colocarte Dios en mi sendero, me ayudas a crecer...te bendigo en este día y deseo seas feliz junto a tus seres queridos; te bendigo HOY y deseo que la fuerza de la Misericordia de Dios llene tus pasos de Su Luz y puedas ir, no adonde quieras, sino a donde Él quiera llevarte!.

Gracias, Señor, por regalarme la Luz de tu Espíritu Santo para repasar mi vida y escribir acá los muchos motivos que tengo para agradecerte... Tú conoces los otros!. Alabo Tu nombre porque no me has abandonado, porque siempre me has acompañado y me has ayudado a seguir...Gracias por bajarte y fijarte en mi pequeñez...Ayúdame a continuar esperando y confiando en Ti!.

Amén!.

Amable lector, te invito a compartir abajo: ¿De qué quieres agradecerle a Dios HOY? (No se vale “por todo”).





Leonel GRIMALDO SALAZAR
Psicólogo, Filósofo, Teólogo
Cel. (+57) 310 331 9621
www.psicologoalamano.com
¿De qué quieres agradecerle a Dios HOY?



sábado, 23 de mayo de 2020

PREFIERO EQUIVOCARME A....



Con frecuencia, durante los primeros años, nuestros padres buscaban brindarnos fundamentos de vida para que “aprendiéramos” a hacer las cosas bien; lo mismo sucedía en la escuela. Si hacíamos algo fuera de los estándares de “bien” que manejaban nuestros adultos, éramos castigados pero no formados para aprovechar esta circunstancia ni para aprender a hacer las cosas mejor. Se creía que todos debían hacer las cosas y comportarse de la misma manera. Una frase que muchas veces ha retumbado en mi mente ha sido “las cosas se hacen rápido y bien hecho”.

Crecimos (o crecíamos) en ese ambiente en que “nuestro aprendizaje” sólo buscaba que “todo nos saliera bien” como manera de lograr la felicidad. Pero ¿felicidad para quién? ¿Qué entendían nuestros mayores-educadores por bien y por felicidad? Esto conllevaba a que, con frecuencia, se tomaran decisiones que, si en el peor de los casos, no eran las adecuadas, tenían que ser aceptadas y vividas (o sobrevivir en ellas) porque “eso estaba bien”.

A partir de mi labor como psicoterapeuta, hoy día me pregunto ¿cuántas personas han sido infelices en su vida porque no se atrevieron a repensar sus decisiones? ¿Cuántas personas sólo lloraron su infelicidad y transmitieron esta situación a sus descendientes?. Claro que también surgen las preocupaciones por aquellas personas que ante cualquier revés, deciden tomar una decisión diferente. Los extremos siempre son dañinos!.

Las decisiones grandes (o pequeñas) de la vida, no se deben tomar de cualquier manera, deben planearse bien y los seres humanos debemos prepararnos para tal situación. Me llama la atención, por ejemplo, que para algunos (o muchos) tomar la decisión de conformar una nueva familia o casarse es algo sencillo y no se toman el tiempo suficiente de conocerse y reconocer a la otra persona y saberse llamado a tal estado de vida; de ahí que muchos matrimonios comienzan mal por no haberse tomado el tiempo suficiente ni plantearse los posibles vacíos o cargas existentes en sí mismo(a) o en su futuro cónyuge.

Si bien, es indispensable tener cuidado en la toma de decisiones, los seres humanos tenemos el derecho de repensar nuestra vida y retomar el camino que con frecuencia hemos abandonado por ir en busca del “camino adecuado”. Como me decía alguien estos días: “estoy haciendo todo lo que no había hecho por estar ocupado” y es que el hábito de “estar ocupado” y dejar que la vida sólo transcurra es más frecuente de lo que se cree..todo porque “debes hacer las cosas rápido y bien hecho” desde el principio.

En el camino de la vida se encuentran personas (o somos nosotros mismos) que se quejan de que su vida ha sido un total accidente y cada día lo sobreviven en una constante lamentación sobre lo que pudo ser o puede llegar a ser, pero no buscan la ayuda requerida ni se toman el tiempo de repensarse ni de replantearse las decisiones. Es importante que comencemos por aclarar que no es cierto que alguien viva por accidente, que su vida sea un completo accidente, pues nadie nace por accidente!; vienen a mi mente las palabras del Maestro Oogway (Película Kung Fu Panda 1)No existen los accidentes”. ¿Crees que fue un accidente el que se unieran 2 (sólo 2) células y se empezara a gestar el milagro de la vida en el vientre de tu madre? ¿Crees que fue un accidente el que no murieras de una de las mil enfermedades que pudieron matarte a lo largo de tu vida hasta hoy? Te habrías perdido tantas experiencias de la vida si hubieras muerto en este tiempo precedente; además existieron millones de posibilidades de que no nacieras, pues conque un espermatozoide distinto hubiera llegado antes a fecundar el óvulo maduro, jamás habrías nacido; ¿Crees que haber tomado ésta o aquélla decisión, fue lo peor? No serías hoy lo que eres si no hubieras tomado esa decisión, no poseerías el aprendizaje que hoy tienes si no hubieras recorrido el camino que has transitado!. Ahora que ya conoces lo que eres y que no eres un accidente, lo importante es ¿cómo vas a utilizar tu aprendizaje? ¿Cuáles son las decisiones que has añorado tomar? ¿Qué decisiones crees que debes tomar?. El tiempo es ahora!.

Pero aparece el miedo al fracaso! ¿Y si fracaso nuevamente? Ten en cuenta que nadie toma una decisión pensando en equivocarse de antemano, sino en que las cosas sean mejores, en que puedes llegar a donde siempre has soñado. En vez de pensar en que las cosas pueden salir nuevamente mal, ¿por qué no enfocarte en que las cosas pueden salir mejor de lo que en algún momento lo has deseado?. En realidad tu mayor temor no es a que las cosas vuelvan a salir mal, sino a que debes enfrentarte a “las cosas se hacen bien” y a la ilusión del control, pues hemos sido formados a tener el control de todo en nuestra vida y olvidamos que en la vida no siempre se tiene el control, más aún las experiencias más hermosas de la vida sólo surgieron, sólo estaban allí, no tenías control sobre ellas y llegaron... Y no digo que tener el control sea dañino, no! Pero si sólo nos novemos cuando tenemos el control, terminamos viviendo una vida de robots, una vida de libreto y no una vida en construcción diaria.

Es curioso que, en cuestiones de fe, siempre decimos que creemos en Dios y lo repetimos en nuestras oraciones “hágase tu Voluntad”, sin embargo, con cierta frecuencia, lo que deseamos es que “se haga nuestra voluntad” pues nos da miedo creer-le. Creer implica ir a donde jamás hemos ido, creer implica dejarnos llevar, dejarle el control al otro o al Otro. El Otro (Dios) confía en nosotros pues ha proveído nuestra vida, sin embargo nosotros no creemos en nosotros mismos; ¿cómo creer en alguien diferente a nosotros mismos? ¿Qué clase de Fe tengo en quien cree en mí pero no creo en el que Él cree?.

Como ya lo afirmé arriba, los extremos pueden ser dañinos; así como puede ser riesgoso el hecho de dejar todo a la deriva, lo es, igualmente, el tener planeado absolutamente todo!. No se afirma acá que ante las dificultades que cada día nos presenta la vida ya se deben replantear las decisiones, no!. Quizá sea necesario replantear la manera como esa decisión se está llevando a cabo, mejorar o cambiar en ciertos aspectos, pero puede ser la decisión correcta... Sin embargo, el otro extremo es que el pavor impida repensar en la posibilidad de que nuestras decisiones no hayan sido las correctas, a pesar que cada día se añora que la realidad sea distinta.

Quienes me conocen desde hace más de 10 años, recuerdan que con frecuencia afirmaba que “prefería equivocarme en mi vida y no vivir con temor a que eso sucediera; pues le tenía terror llegar a mis últimos días y, sentado en soledad, darme cuenta de cómo hubiera sido mi vida si me hubiese atrevido a tomar ésta o aquélla decisión, pero ya no podría tomarse”. Y hoy, con más años encima, con los aprendizajes que la vida y la academia me ha ofrecido, creo lo mismo. He visto personas a quienes, en sus ojos, se les nota la angustia de querer tomar una decisión distinta a la vida que tienen en la actualidad, pero no se atreven por “el qué dirán(Espero poder escribir pronto un libro sobre este tema)...con frecuencia esta división interna conlleva a enfermedades graves!.

La vida me ha sido dada por el Creador para que yo sea feliz en ella, el estado de vida y las decisiones que tomo cada día son la manera como creo que lo puedo lograr; seguramente algunas decisiones arrojarán los resultados esperados y otras muchas me darán grandes aprendizajes. Hoy soy las decisiones que he tomado y mañana seré las que tomaré...así que en mis manos está seguir así o atreverme a dar el paso; es lamentable conocer personas que van por el mundo existencialmente sobreviviendo.

En este momento, vienen a mi memoria las palabras del poeta Antonio Muñoz Feijoo (1851-1890):

No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía....

No son los muertos, no, los que reciben
Rayos de luz en sus despojos yertos,
los que mueren con honra son los vivos
los que viven sin honra son los muertos.

La vida no es la vida que vivimos,
la vida es el honor y es el recuerdo,
por eso hay muertos que en el mundo viven
y hombres que viven en el mundo... muertos.


Hoy sé que puedo ayudar a tantas personas que van por el mundo sobreviviendo a su infelicidad, sólo porque aprendieron desde muy pequeños que “las cosas se hacen rápido y bien hecho”, que una vez tomada ésta o aquélla decisión no puedo siquiera tomarme el permiso de repensarla y repensarme. Dios cree en mí porque me ama, pero yo debo creer en mí y amarme y Él desea mi felicidad, por ello me dio la vida: para que yo sea feliz!

Me atrevo a asegurar que si te atreves a repensarte, renacerás y saldrás fortalecido(a) como el Ave Fénix.

Así que si tú, amable lector, crees que puedo acompañarte en tu camino, te comparto mis datos y... hablamos!.



Leonel GRIMALDO SALAZAR
Psicólogo, Filósofo, Teólogo

Cel. (+57) 310 331 9621
www.psicologoalamano.com








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